Cómo los aranceles pueden influir en la economía mundial

Analizamos el impacto global que puede tener la política arancelaria auspiciada por la nueva administración estadounidense.
El presidente Donald Trump está apostando por la aplicación de nuevas medidas arancelarias, con gravámenes de hasta el 25% a países vecinos como México y Canadá, y del 20% a China, en lo que puede suponer el preámbulo de una guerra comercial a gran escala.
Este cambio de política tiene consecuencias a múltiples niveles, comenzando por los propios mercados financieros, ya que influye desde a la hora de negociar el precio de las materias primas hasta en el trading de CFD, al modificar las estrategias de inversión a corto plazo. Con todo, aunque a continuación vayamos a empezar hablando de las repercusiones bursátiles de la subida arancelaria, pondremos las luces largas para abordar lo que puede suponer para toda la economía global en general.
Inestabilidad en los mercados financieros
La primera derivada de la decisión de la administración estadounidense de subir los aranceles fueron significativas caídas en las bolsas, tanto en Wall Street como en las principales bolsas europeas, incluyendo la Bolsa de Madrid que llegó a perder un 2% en una sola sesión.
Además, estas nuevas turbulencias para los inversores se produjeron semanas después de los importantes movimientos bajistas en el Nasdaq 100, aunque en este caso se limitaron al selectivo tecnológico estadounidenses, concretamente a las compañías más vinculadas a la Inteligencia Artificial como Nvidia, ante el lanzamiento del nuevo modelo chino de DeepSeek mucho más eficiente en cuanto al uso de microprocesadores.
Pero más allá de zozobras bursátiles, lo que realmente se teme es un efecto en cadena en la economía, que empiece por la subida de precios.
Aumento de costos que repercute en consumidores y empresas
Los aranceles incrementan el precio de los productos importados, lo que siempre acaba notándose en el bolsillo del consumidor final. Además, hablamos de gravámenes que afectan al coste de abastecimiento de materias primas, semielaborados y componentes de los que precisan nutrirse las industrias para fabricar, de ahí que se encarezca su proceso de producción, con un sobrecoste que recaerá de nuevo en los consumidores por fuerza.
Preocupan particularmente ahora mismo los aranceles que se puedan aplicar a materias primas como el acero y el aluminio, por su uso extendido en infinidad de industrias, que desencadenaría tensiones inflacionistas a nivel global. Algo que resulta particularmente difícil de asumir después de los años de inflación desatada vividos recientemente, a consecuencia en su caso del encarecimiento de los precios de la energía por la guerra de Ucrania.
Tras años de subidas de los tipos de interés para tratar de contener el fantasma de la inflación, con el consiguiente efecto negativo en la actividad general de la economía, parecía que se estaba saliendo de esa espiral domesticando los precios, cuando un viraje de política económica de gran calado ha vuelto a conjurar el espectro que se creía exorcizado.
Represalias comerciales en cadena
No es previsible que los países afectados por la imposición de aranceles se queden cruzados de brazos, de hecho México y Canadá ya los han anunciado de vuelta para los Estados Unidos, si bien los del 25% a ambos países no acaban de entrar en vigor, por anuncios de moratorias y puertas abiertas a negociar su porcentaje, e incluso su propia aplicación.
No parece ocurrir lo mismo con los de China, previstos con un gravamen del 20%, tras el 10% anunciado inicialmente. Una penalización arancelaria que el gobierno chino ya ha afirmado que va a replicar, en un duro comunicado de su embajada en los Estados Unidos que proclamaba que estaban listos para una "guerra comercial y cualquier tipo de guerra".
Impacto en la economía europea
Todo esto va a afectar también, por supuesto, a la Unión Europea, que tampoco es muy inocente en el tema arancelario si consideramos que antes de que se desatase toda esta crisis fue pionera en gravar las importaciones de coches eléctricos chinos, ante el temor de que se barriese del mercado a las compañías automovilísticas alemanas, francesas e italianas, que además tienen plantas abiertas por toda Europa, incluyendo a España, y un fundado pavor a perder su posición en el pujante mercado del vehículo eléctrico.
Pero el gran problema que tendría Europa ante esta guerra arancelaria es que exporta a los Estados Unidos más de lo que importa, por lo que tendría más que perder ante la imposición de gravámenes recíprocos, dejando al margen que encarecer las importaciones de materias primas repercute en los costes de producción de las empresas, que estas siempre acaban trasladando a los consumidores finales, como veíamos anteriormente.
Con todo, no sabemos si estamos ante una escaramuza arancelaria que se va a quedar en amago más que otra cosa, considerando también el efecto que está teniendo en las bolsas e incluso en la percepción de la marcha de la economía estadounidense. O bien, nos encontramos en el preámbulo de una guerra económica a gran escala.
Por ahora lo único que parece cierto es la incertidumbre.