El Bar La Cruz cumple 40 años.

El Bar La Cruz cumple 40 años.
El Bar La Cruz cumple 40 años.
El Bar La Cruz cumple 40 años.
El Bar La Cruz cumple 40 años.

Cuarenta años subiendo la persiana para atender a totaneros y visitantes

Cuando en 1982 toda España estaba pendiente de la disputa del Mundial de Fútbol que se celebró en nuestro país, José Costa Molino y su mujer, María Cayuela Aguilar, daban los últimos retoques a un proyecto que por aquel entonces era una ilusión y esperanza, el Bar La Cruz.

El 3 de agosto de 1982 abrió sus puertas este emblemático local, que cuatro décadas después sigue siendo un lugar de encuentro de amantes de las tapas y el buen ambiente.

José Costa Molino sabe mucho de hostelería, no en vano se ha pasado prácticamente la mayor parte de su vida laboral detrás de la barra de un bar. Ahora, ya jubilado, son otros los que le ponen el chato de vino o el café y él se limita a recordar sus tiempos de camarero.

Desde bien pequeño comenzó a trabajar en lo que podía, para ayudar a la economía familiar. De hecho, recuerda que con siete años, subido en un cajón, ya trabajaba en un almacén haciendo pequeñas tareas.

A los 12 años comenzó a trabajar en otro almacén donde conoció precisamente a su mujer, que desde entonces ha sido ya su fiel compañera de viaje.

En su curriculum personal hay etapas trabajando en almacenes en Totana, de chófer en Tubos Molino, en la agencia La Totanera y como albañil, antes de su primera incursión en el mundo de la hostelería. Fue en el año 1974, cuando se hizo cargo del Bar Los Tubos, al frente del cual estuvo hasta 1979 en que lo cerraron. Tras una etapa de nuevo como albañil, juntando ahorros y un dinero ganado en la lotería y la Quiniela, adquirió parte del solar donde se ubica el Bar La Cruz, que entonces era campo, como él recuerda, e ideó la construcción en él de su futuro negocio.

En agosto de 1982 abrió sus puertas el Bar La Cruz, cuyo nombre obedece lógicamente al lugar de su emplazamiento, pero que dice que se puso de manera rápida y casual por parte del electricista que le hizo la instalación, cuando éste tenía que llevar los papeles para el boletín de la electricidad y había que denominarlo de alguna manera. Y con ese nombre se quedó y cuarenta años después, el Bar La Cruz es toda una institución en Totana y habrá pocos totaneros que no hayan pasado por él alguna vez a tomar un plato de habas, unas patatas con ajo o su delicioso conejo.

 El bar abría, como recuerda José de sus inicios al frente del mismo, a las siete de la mañana, y ya recibía a los primeros clientes que paraban a desayunar cuando iban al campo a coger naranjas. Y por la tarde, rápidamente se hizo también con una clientela que acudía para merendar.

 El paso de los años que tanto ha cambiado costumbres y gustos, y que en el aspecto culinario nos hace oir hablar de esferificaciones, huevos pochés y otros términos, no ha hecho mella en este establecimiento, que siempre ha deleitado el paladar de los totaneros y visitantes con su cocina tradicional y libre de artificios. Hace unos doce años el buen ritmo del negocio hizo que ampliaran el local original con un comedor anexo.

 Entre las especialidades del Bar La Cruz, José destaca sus tapas como las patatas con ajo, michirones, conejo al ajillo o con patatas, calamares a la plancha, los fritos con tomate o las tortillas de patata, de las que dice que tienen mucho éxito y que incluso mucha gente se las lleva a casa. Desde hace once años José ya no se encuentra al frente del negocio, aunque sigue  Precisamente, el hecho de que tres de sus cuatro hijos hayan decidido continuar con el negocio es para el un motivo de orgullo, e incluso piensa en el futuro y aspira a que sus nietos quieran también continuar y así haya Bar La Cruz para rato.

Cuarenta años de Bar La Cruz dan para muchas anécdotas aunque José se queda sobre todo con la fidelidad de su clientela, que siempre le ha apoyado. Entre los momentos más difíciles de este mítico local que ahora regentan sus hijos, no se olvida de mencionar la situación que ha afectado a la hostelería por la pandemia y las restricciones que llevó aparejada, y que mantuvo el negocio cerrado durante algún tiempo.

Entre los días más especiales para el Bar La Cruz, señala el del 8 de diciembre, jornada de la bajada de Santa Eulalia, que pasa por delante del establecimiento, que se convierte así en punto de encuentro de totaneros y visitantes y al que acuden cuadrillas con su animada música. El 7 de enero, en cambio, se cierra caiga el día en que caiga, pues a la familia le gusta disfrutar de la romería de La Santa.

Aunque ya no ejerce como camarero, José sigue yendo cada día al Bar La Cruz, donde se toma un café y copa mientras conversa con amigos y clientes. Allí se empapa de la atmósfera del bar, con el trajín que supone atender desayunos, aperitivos y comidas, aunque sin poder echar una mano, que es lo que le pide el cuerpo, porque como comenta, echa de menos ponerse detrás de la barra y atender a la clientela e incluso entrar en la cocina. En este sentido, recuerda que a pesar de que antes la cocinera era su mujer, él también tenía mano en los fogones, e incluso había recetas, como la elaboración del ajo, que se le daban especialmente bien.

Eso sí, ahora, aunque no pueda servir una cerveza o un chato de vino, o salir con la bandeja, siempre está disponible para intentar atender los recados que le encargan sus hijos.

Cuatro décadas han pasado desde que el Bar La Cruz abrió la persiana por vez primera, todo un logro que han celebrado como se merece, con concierto y mucho ambiente, igual que ya hicieron hace cinco años cuando festejaron el 35 aniversario. Y es que, no cabe duda, la ocasión lo merecía, pues un establecimiento de hostelería no cumple cuarenta años todos los días. Lo importante es seguir en ello, y gracias a Jerónimo, Lidia y José Luis, el Bar La Cruz seguirá el legado que en 1982 iniciaron sus padres, José y María.