EL AYUNTAMINETO DE MAZARRON y la Universidad Popular rinden homenaje a los artistas internacionales MUHER.
En la colección denominada vínculos, que recoge los trabajos realizados desde su estancia en Mazarrón en el 93 donde pasaron un periodo creativo para gestar su primera exposición en el palacio almudí en ese año , hasta la colección que se realizó en 2003 para san esteban en murcia. Periodo donde hubo un punto de inflexión en su obra cuyo resumen se recoge en esta muestra que se inaugura el 26 de noviembre a las 20 horas. En la sala de la Universidad popular de Mazarrón.
Esta selección consta de unas 35 piezas, las más representativas de aquella época, lienzos de 2x2 y 3x2 además de la colección de papeles que se realizaron para los carteles de la EXPO 92 y la imagen de obras realizadas para imagen turísticas que forman parte de la colección del ayuntamiento en el 99.
Recuperar el vínculo que el equipo MUHER conserva con el mediterráneo, mazarrón en este caso y que la CAM hizo patente en una exposición itinerante del 2007 al 2010, es el objetivo de esta muestra homenaje como agradecimiento mutuo de sinergias de aquellos años entre mazarrón y MUHER, y que fue un momento de cambio en la paleta de colores y la temática vinculada al paisaje que les rodea .
Actualmente la obra de MUHER está en un discurso con un concepto más deconstructivista generando volúmenes con piezas tridimensionales, de influencia en su trabajo y estancia en Asia desde el 2011
Visión de un paisaje
En los ochenta, Madrid ofrecía a los artistas un paisaje de modernidad y creatividad en un contexto de movida sociocultural irrepetible, a pesar de eso, para nosotros la ciudad se nos quedaba escasa para nuestro proyecto artístico de consolidar un lenguaje personal y característico, algo con lo que cualquier artista sueña en una búsqueda incansable.
Salir a esa búsqueda de lugares que impactaran nuestra retina y modificaran nuestra paleta no era fácil por el coste que suponía , pero tuvimos el apoyo de instituciones públicas y privadas que apostaron en nuestro proyecto y ello nos permitió trasladarnos a lugares exóticos donde la obra reflejara las vivencias, trasladados a vivir largas temporadas en una época en la que nadie viajaba , pero disponíamos del tiempo , las ganas y el apoyo de las empresas , lo que nos permitían empaparnos de la luz , color y filosofía que fue enriqueciendo el proceso creativo que fue marcando nuestra trayectoria. Las vivencias en Egipto, canarias, el caribe, la selva del Orinoco y Japón, han ido dejando huella en un proceso habidos de crear y romper estándares.
En el año 93 el Palacio Almudí en Murcia nos invitó a presentar una colección que viajaba itinerante desde el 90 sobre nuestra obra realizada en Japón y que se presentaría en otoño de ese año. La coincidencia de ser padres primerizos que nos impedía viajar y la propuesta de la exposición en Murcia por primera vez, nos incitó a tomarnos ese año sabático en nuestra casa de la playa.
Nuestra vivienda en Mazarrón no disponía del espacio de Madrid para trabajar, pero la coincidencia de conocer a Jose Maria Lopez Ballesta, fue un catalizador importante en nuestro asentamiento en Murcia al cedernos desinteresadamente las dependencias de la escuela taller para utilizar de estudio, unas hermosas naves rehabilitadas, actualmente venidas a menos.
El hecho de cedernos ese espacio, nos sugirió cambiar el rumbo de la muestra que se iba a exponer en noviembre en el Palacio Almudí, y tomar la decisión de trabajar en ese año sobre lo que el paisaje, la luz y el color de Mazarrón no sugería.
Paleras, palmeras, ramblas, acantilados, naranjos, los fovistas colores de las minas, el clima del invierno, la tranquilidad de Mazarrón, los paseos por el mar en invierno, nos embrujo.
Fruto de ello, nuestra obra cambio, del austero Japón de donde veníamos, al mediterráneo que llevamos en nuestro ADN
Estaremos siempre agradecidos a Mazarrón, por la experiencia del periodo en las naves de la escuela taller, que nos hizo cambiar de un modo radical nuestro modo de trabajar, hasta el extremo que nos dio un giro en nuestro enfrentamiento con el paisaje y con el estilo de vida, trasladándonos definitivamente a crear a esta zona de la región donde nuestro corazón se adaptó enseguida al clima, la luz, y su gente.
Nuestra obra paso de buscar en un paisaje urbano sin gente , estructuras que organizaban volúmenes buscando la luz , a veces incluso nocturnos como en Alemania , a reflexionar sobre el paisaje , la naturaleza que nos envuelve en el entorno donde creamos y desde donde reivindicamos la sostenibilidad del medio ambiente , a través de discursos poéticos con nuestro color con planteamientos que eliminan el velo dela rutina, que impiden al espectador ver más allá , y que el artista está obligado a mostrar de un modo personal lo que las palabras no pueden describir , para que llegue impacte al espectador.
En TOTANA, a pocos minutos de Mazarrón, ubicamos nuestra residencia definitiva, nuestro cuartel general, donde siempre volvemos tras periodos de ausencias profesionales en Miami, china o Emiratos árabes. Siempre nuestro lugar de inspiración y creación está y estará en TOTANA y Mazarrón, donde crecimos, maduramos y no solo vimos crecer nuestra producción creativa sino también nuestra mejor obra , nuestra hija Maria que ha tenido la oportunidad de disfrutar y ser feliz en esta maravillosa Región.
RASTROS DE LUZ EN UN PAISAJE
El arte imita la naturaleza: por el carácter de vida que confiere a la obra de arte un trabajo creador. Entonces la obra aparecerá también fecunda y dotada de la misma vibración interior, de esa misma belleza estremecida que poseen también las obras de la naturaleza… Cuando pongo un verde, no quiero representar la hierba; cuando pongo un azul, no quiero representar el cielo. El color contribuye a expresar la luz, no el fenómeno físico, sino la única luz que de hecho existe, la del cerebro del artista.
Henri Matisse
Cuando, en 1993, me encontré por primera vez con la obra de Muher, Francisca Muñoz y Manuel Herrera, que por aquel entonces trabajaban en unas instalaciones cedidas por el ayuntamiento de Mazarrón –una Escuela Taller, que había rehabilitado la Universidad Popular en lo que antes fue matadero de la localidad–, con motivo de preparar la exposición de su obra, inaugurada en octubre, en el Centro de Arte Palacio Almudí, tuve dos sensaciones: De una parte, tomar conciencia de la extrañeza que me causó el reto que suponía que dos personalidades diferentes abordaran al unísono una misma obra de arte; una obra que lograba transmitir, sin fisuras, su unidad de concepto y procedimiento de ejecución. De otra, cómo, de forma simultánea, cada uno de los cuadros proclamaban su vinculación a dos mundos, a dos corrientes artísticas aparentemente opuestas –abstracción, figuración–; creando en la superficie del lienzo un juego de vibrantes transparencias luminosas –que, a mí, me sugirió a Esteban Vicente–, significado de líneas y grafías a partir de las cuales obtener un limpio y exquisito dibujo que acababa por convertir cada una de las piezas en una imagen, una diferente interpretación del paisaje, cercana a lo que podríamos denominar nueva figuración. Una especie de eclecticismo iconoclasta que permitía camuflar a Matisse –algunas piezas me hicieron pensar en Vista de Notre-Dame, el cuadro pintado por el francés en 1914– en Rothko, y disfrazar de un aire de clasicismo, con el paisaje como excusa, lo que, a todas luces, era una incursión expresionista no muy alejada de la pintura all-over field. Un logro imposible sin tener en cuenta los vínculos de Muher a la ubérrima situación del arte de los finales de los ochenta, en especial a esa libertad propugnada por los artistas de la generación de la movida madrileña…. Pero también conseguido gracias a la ocultación consciente de ambas personalidades –Francisca y Manolo– en pos de un objetivo superior: obtener una obra plástica de inequívoca adscripción al estilo, a la manera, Muher. Me gustaría incorporar aquí una reflexión del filósofo situacionista Guy Debord, que explica así el fenómeno del détournemet, la ocultación consciente, el camuflaje, entendido como una forma de apropiación de elementos artísticos preexistentes en aras de lograr un distinto producto dotado de nuevos alcances y significados: “La interferencia mutua entre dos mundos sensibles, o la unión de dos expresiones independientes, trasciende los elementos originales para producir una organización sintética de mayor eficacia. Todo puede servir”. Un texto que considero explica, mejor que todo lo que yo ahora pueda escribir, esa feliz conjunción… en aras de lograr un trabajo de personalidad única, un estilo perfectamente acotado y definido, pues así nos parece cuando estamos frente a cada una de las obras de Muher. Y es que todo es válido cuando se trata de lograr una obra que respire autenticidad y no se convierta jamás en una impostura.
Celebremos aquella estancia de Muher en Mazarrón, que hizo aparecer en sus pinturas temas y motivos que ya nunca abandonarían; algunos de ellos recogidos en dilatadas series que afloran una y otra vez en sus cuadros. Minas, espacios y rincones urbanos, ramblas del interior, Bolnuevo, palmerales, secanos, paleras, paisajes costeros… bodegones de flores y granadas, de limones e higos chumbos… y la luz. Tierras bañadas por la luz. Rojos y dorados, ocres, amarillos… en fuerte contraste con densos verdes, azules aguamarinas… Una luz que parece impregnar formas y texturas, y definir los elementos de la naturaleza y el paisaje representados en el cuadro. Una luz mágica. Mazarrón sería ya, para siempre, tema ineludible en la obra de Muher, la puerta de acceso al paisaje, la luz y los motivos del levante Mediterráneo. En 1992, tras sucesivos viajes y estancias en Egipto, el Caribe, Japón, Berlín o Barcelona –los propios artistas aclararan su necesidad de abandonar Madrid en busca de nuevas sensaciones, vivencias, impresiones… en busca de nuevos colores y una nueva luz que volcar en sus cuadros– se produciría lo que supondrá su vinculación definitiva a la tierra de Murcia. Muher –Francisca y Manolo– acabarán estableciendo, de forma permanente, su residencia y su estudio –en ellos ambas cosas son conceptos indisociables– en Totana. Eso no significará su renuncia al viaje. El viaje, el espíritu del viajero, la experiencia del viaje, un cierto posicionamiento cosmopolita, forma parte esencial de su pintura; un motivo, un tema, en sí mismo.
Cuando en 1993 exponen en el Centro de Arte Palacio Almudí, parte de esos motivos, de esos temas, realizados a lo largo de su estancia en Mazarrón, están incorporados en la muestra. Una exposición que es un elogio de lo Mediterráneo, y desde luego del paisaje murciano –huertos en Totana, balnearios del Mar Menor, rincones de Mazarrón…– que Muher ha convertido en poéticas piezas dotadas de una luz y una atmósfera casi intimista. Una muestra que, de alguna forma, supone un cambio, sino en los procedimientos con los que se venía desarrollando su pintura si en los resultados. Cuando contemplamos detenidamente algunas de las obras expuestas: Huerto de Encarna, Casa en la Huerta, Paleras, Nocturno o Balneario II, por citar solo unas pocas, es fácil percibir ese nuevo aroma impregnando los cuadros: Composición, forma, color, dibujo… no son ya nada más que componentes, que integran la pieza, pero que, desde luego, ninguno de los cuales es, por separado, indispensable. Parece que lo único que contara fuese el valor final del resultado, la revelación que confirma la voluntad, el acto de pintar; dando por cierto que la imagen, la impresión pictórica obtenida, será, en cualquier caso, el resultado de una tensión que Muher lograra modular, incorporando temas y maneras que serán ya determinantes de un estilo, una irrenunciable forma de abordar la pintura.
Celebración de la pintura. Celebremos ahora, en la presente exposición, este reencuentro con el paisaje. Recuperemos la visibilidad de una serie de cuadros que tienen como protagonistas la costa y la localidad de Mazarrón. Celebremos aquel año de 1993, aquel momento que supuso la incorporación de Muher, de forma definitiva, al panorama artístico de la región.
Pedro Manzano
MUHER