En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.

En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.
En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.
En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.
En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.
En el sesenta aniversario de la trágica «riada del 26 de junio de 1964» en Totana Por Juan Cánovas Mulero.

L os hombres y mujeres de Totana experimentaron a lo largo de los siglos destrozos producidos por las lluvias torrenciales, adversidad que solía concurrir en primavera y otoño, sin descartar otras originadas en pleno verano. En ese contexto se encuadra la dramática situación vivida en la localidad el 26 de junio de 1964 cuando la Rambla que atraviesa la población se desbordaba ocasionando peligrosas inundaciones (Para conocer aspectos de este hecho consultar el número 19 de esta publicación en su edición de octubre de 2019).

La rambla de La Santa, un cauce habitualmente seco forma parte no solo de la orografía de la población sino también de su identidad, pues en torno a ella concurrieron principales acontecimientos e, incluso, en un alarde de imaginación, se utilizó para denominar a los barrios que separa como Sevilla y Triana, evocando a aquel otro caudal como es el Guadalquivir en la Hispalis romana. Aunque esta designación tiene un mucho de espejismo, es necesario recordar que su fundamento se puede encontrar en que Totana mantuvo una amplia vinculación con la ciudad andaluza con el comercio de la sosa y la barrilla, como también con la compra de cereales y ganados, primordialmente mular y caballar.

 En tanto que esta riada de 1964 no fue un hecho inusual, recordamos algunas otras de similar y mayor gravedad, consecuencia de fenómenos atmosféricos adversos, acrecentadas por el pésimo estado de la red de ramblas y barrancos. Así, en los años previos a la nefasta inundación de 1877 los vecinos solicitaban al Ayuntamiento actuase para acabar con los perjuicios derivados del estrechamiento del cauce de la Rambla por los terraplenes procedentes de los oficios de salitre y tinajerías, como también por el vertido de escombros. Principales riadas y tormentas en Totana.

Uno de los más calamitosos desbordamientos, de dramático recuerdo entre la población, tenía lugar el 27 de junio de 1877, la conocida como «rambla de san Zoilo», que, en brutal aluvión, sus aguas desbocadas acarrearon la muerte de «cinco personas y destruyeron varios edificios y propiedades». (El lector interesado en este aspecto puede consultar el artículo de Jesús González Pérez, en Cuadernos de La Santa 2009, pp. 113 a 122).

Complementando esta información el diario La Paz de Murcia, en su edición de 21 de agosto de ese mismo año, escribía que «todos los frutos que contenían los campos de regadío, después de tres años de sequía, han sido arrastrados por las aguas, que han destrozado caminos, puentes y cuanto han encontrado a su paso», elevando en Totana el número de fallecidos a siete, cortando las comunicaciones por carretera, con considerables daños a los pretiles del puente y muchas casas inmediatas a la Rambla que «será preciso acabar de derribar algunas de ellas».

 Una tormenta de especial magnitud se sucedía en 1928, en la tarde del 16 de agosto, la conocida como «la nube de san Roque» que vino acompañada de granizo, arrasando la cosecha de naranja, lacerando el arbolado, dañando tejados, rompiendo cristales… Esta borrasca no solo afectó a Totana, sino que causó importantes estragos en amplias zonas de la Región, principalmente en Lorca y la Huerta de Murcia. La prensa de la época al referirse a Totana concreta y detalla los perjuicios de naranjales y limoneros de los huertos, pues, «el fruto que había en los árboles ha sido derribado todo por la piedra», habiéndose perdido completamente la cosecha de almendra y gran parte de la de aceituna (Levante Agrario, 18 de agosto de 1928).

La riada de 1964 en Totana, algunos de sus rasgos más significativos. Impactados por la magnitud de la tormenta de la tarde del 26 de junio de 1964 y, reconociendo que «los daños hubiesen sido irreparables si estas avenidas lo hubieran sido en horas de la noche», el Ayuntamiento, presidido por José Sánchez Clemente, junto a los vecinos comenzaron una intensa actividad de cara a paliar los destrozos y a valorar los desperfectos. La Administración local constituía una serie de Comisiones con el fin de que gestionasen «lo preciso para atender debidamente a las familias más perjudicadas, a algunas de las cuales ya se les ha dado, ropas de vestir y colchones, lugares para cobijarse, hasta tanto se les proporcione albergue definitivo».

Nada más suceder el hecho, el alcalde de la ciudad se ponía en contacto con el Gobernador Civil que dio instrucciones para actuar de modo urgente, personándose en la localidad para conocer de primera mano los daños sufridos, tramitando ante la Diputación Provincial una primera ayuda por importe de 93.560 pesetas, informando, igualmente al gobierno de la nación de las consecuencias de las inundaciones y oficiando los informes para que «se declarase riesgo catastrófico».

En reconocimiento a los apoyos recibidos, la Corporación municipal resaltaba la solidaridad de los vecinos, la implicada labor del Gobernador civil Antonio Luis Soler Bans, también la del Cuerpo de Bomberos del ayuntamiento de Murcia y de numerosos técnicos provinciales, varios de los cuales se desplazaron a la localidad para orientar las actuaciones, entre ellos, el ingeniero jefe industrial de la Provincia, el de Jefatura Agronómica, el de Obras Públicas, el de Sanidad, así como responsables de la Confederación Hidrográfica del Segura. Una positiva consecuencia de esta adversidad se materializó en el inicio de las obras de encauzamiento de la Rambla, tras la visita que en los primeros días de julio de 1964 realizaba a Totana el ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Segura que, acompañado de varios técnicos, «examinó sobre el terreno los desastres recientes», comprometiéndose a enviar «inmediatamente un equipo de topógrafos para que iniciaran el trabajo con vistas al inmediato dragado de la rambla, preludio de la canalización de la misma y sus obras de defensa de las márgenes», consciente de la necesidad de acometerlos con la mayor urgencia. Aprobada la diferente documentación se adjudican las obras de canalización en julio de 1969, lo que hizo posible que para los primeros años de la década de 1970 quedasen concluidos los trabajos «de la rambla a su paso por el pueblo, con lo que se ha evitado el peligro de inundaciones. Y la obra permitirá la urbanización de la zona, con dos calles a ambos lados de 10 metros, barandas, iluminación, etc.», con ello señalaba García Martínez, corresponsal de Línea, «una de las zonas más céntricas y más feas de Totana pasará a ser de las más bonitas…». Un hecho doloroso abrió las puertas para afrontar un reto imprescindible, el drenaje y encauzamiento de la rambla de La Santa a su paso por Totana. Esta actuación ha permitido ofrecer seguridad a los vecinos, a la vez que generar un ámbito de esparcimiento a lo largo de los itinerarios de su ribera