La bocina: Esencia de Totana. Juan Martínez “El Enterrador” y Juan Monserrate, dos bocineros muy alejados generacionalmente pero unidos por la pasión e interés por la pervivencia de este tradicional instrumento.
L a Semana Santa de Totana tiene elementos que la caracterizan y le son propios: la túnica negra nazarena, los Armaos, la orquesta de Nuestra señora de los Dolores... son peculiaridades que le dan esa impronta personal. Junto a ellos, no podemos olvidar la bocina, ese instrumento con su peculiar sonido agudo y desgarrador. Juan Martínez “El Enterrador” es uno de los máximos exponentes de bocineros en Totana, un nombre que siempre se nos viene a la cabeza cuando pensamos en este instrumento y en la Cuaresma y la Semana Santa, siempre preocupado e interesado en que este tradicional elemento perdure. En su caso, recuerda que comenzó a tocar la bocina, en torno a los diez años, por tradición familiar, ya que su tío José María la tocaba en la Hermandad a la que pertenecía su familia, La Negación. Posteriormente, cuando su abuelo y tíos, junto a otras personas, fundaron en 1961 la Hermandad del Beso de Judas, la tradición de tocar la bocina la continuaron principalmente en ésta.
Si bien la Hermandad del Beso de Judas tiene su propio bocina, adquirida cuando se fundó, Juan se hizo una de su propiedad, que es la que utiliza para tocar en Cuaresma y que le acompaña en los diferentes actos a los que acude, como al Día de la Música Nazarena. Además, explica que cuando no sale en procesión la Hermandad del Beso de Judas, él también acompaña con su bocina a La Negación, de la que también es hermano. Sobre la bocina, comenta que para tocarla no hay que tener unas cualidades pulmonares especiales, aunque explica que lo que sí hay que saber hacer es controlar muy bien el aire, para efectuar los toques que se dan, el largo y el corto.
Juan se siente orgulloso de ser continuador de una tradición de más de trescientos años y apunta que las bocinas totaneras son diferentes a las de otros lugares, con características diferenciadoras como la ornamentación con una cabeza de dragón o el sonido que emiten, con un toque muy característico. En su caso, se ve tocando la bocina “hasta que el cuerpo aguante”. De hecho, comenta que más de una vez le ha dicho a sus hijas que cuando ya no pueda andar, que lo saquen en una silla de ruedas sentado pero tocando la bocina en las procesiones y otros actos. Echando la vista atrás, recuerda que sólo ha dejado de salir con la bocina en la Semana Santa de Totana en tres ocasiones: un año que estaba en Francia, en 1975 por el fallecimiento de su abuela en Miércoles de Ceniza, y ya el año pasado cuando cogió el COVID el día de Viernes de Dolores y tuvo que quedarse toda la Semana Santa reposando en casa y viendo las procesiones por la televisión.
Aunque quedan otros bocineros en Totana, Juan reconoce con pesar y recordando otros tiempos, que cada vez son menos, por lo que una de sus preocupaciones es que se fomente y aliente la afición a este instrumento. En su caso, desde hace años él ha encontrado a un perfecto heredero de esta tradición, un joven que ahora tiene 15 años, tocayo, pues se llama Juan Monserrate Martínez, y que se ha convertido en su aplicado alumno
El joven Juan, que aunque reside en Murcia es de familia totanera, recuerda que su afición a la bocina le llegó de pequeño, cuando jugando en su hermandad, La Caída, de la que su abuela Juana Martínez ha sido presidenta durante varios años, encontró una bocina y le llamó la atención. Fue entonces cuando le propusieron que Juan Martínez le enseñara y desde los 6 años ha estado aprendiendo de él, de su técnica y experiencia. Recuerda que cuando era más pequeño, para que no se aburriera, Juan “El Enterrador” alternaba la enseñanza del toque de la bocina con ratos de juegos con juguetes que tenía por su casa, con el fin de que no se cansara. Durante todo el año acude periódicamente a casa de Juan “El Enterrador” a ensayar y ya desde Miércoles de Ceniza todos los fines de semana también lo hace en la sede de la Hermandad del Beso de Judas. Juan Monserrate dice que en Juan “El Enterrador” ha encontrado “el mejor maestro que pudiera tener”, pues le enseña con paciencia y dedicación. De hecho, comenta que aunque pueda parecer raro que dos personas de edades tan dispares se lleven tan bien y tengan cosas en común, señala que él lo pasa muy bien aprendiendo de su maestro y escuchando todas las historias y anécdotas que le cuenta de semanas santas de años pasados.
Además, el joven Juan dice sentirse orgulloso de poder continuar con una tradición centenaria y de estar aprendiendo de una persona que le transmite el cariño por este instrumento. El propio Juan “El Enterrador” comenta de su discípulo, al que cariñosamente se refiere como si fuera un nieto, que “lo hace muy bien” y resalta de él que se preocupa por aprender y controlar bien los toques de la bocina. Juan “El Enterrador”, que es toda una enciclopedia de la Semana Santa totanera, reivindica que se le debería dar mayor protagonismo a este instrumento y promocionarlo con el fin de que crezca la afición entre jóvenes que quieran continuar tocando.
Entre sus recuerdos, no puede olvidarse de muy buenos bocineros que ha habido en Totana, como el tío Carivete, Salvador el de la Yesera, su tío José María, Diego el Palomares y otros más... También recuerda por ejemplo una tradición perdida, ya que antiguamente explica que las bocinas de Totana acudían el día de Miércoles Santo a la casa del alcalde, quien los invitaba a diferentes viandas, en un acto simbólico como escenificando el permiso de la primera autoridad del municipio para salir a tocar. Y desde allí, las bocinas se distribuían por diferentes puntos del municipio para hacer sonar este instrumento. Este año, de nuevo, Juan “El Enterrador” y su joven discípulo, saldrán a la calle con ilusión, acompañando con el sonido ronco y agudo de la bocina actos y procesiones, haciendo de nuevo que uno de los elementos más característicos de la Semana Santa totarena cobre vida en la calle.
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