Morerica Galan. Cada vez que cuento un cuento siento un montón de emociones que necesito. Renazco cada vez que cuento un cuento.

Morerica Galan.  Cada vez que cuento un cuento siento un montón de emociones que necesito. Renazco cada vez que cuento un cuento.
Morerica Galan.  Cada vez que cuento un cuento siento un montón de emociones que necesito. Renazco cada vez que cuento un cuento.
Morerica Galan.  Cada vez que cuento un cuento siento un montón de emociones que necesito. Renazco cada vez que cuento un cuento.

Si decimos Concha Cánovas seguramente muchas personas no sepan a quién nos referimos.

Pero si hablamos de Morerica Galán enseguida nuestra mente nos traslada a cuentos, relatos e historias con mensajes y moralejas. En esta entrevista he tenido la oportunidad de acercarme a las dos y conocer a la niña Concha que soñaba con escribir, a la joven que se marchó de Totana a Francia por amor, aunque no conociese el idioma del país vecino, y también a la Morerica que nos hace disfrutar con sus cuentos y relatos y nos emociona con sus cuentacuentos.

Morerica tiene esa facultad, escribe sus cuentos con lenguaje cuidado pero asequible a los

pequeños, inventa mundos fantásticos solamente creíbles por la fértil imaginación de ellos y en eso nuestra entrevistada triunfa siempre porque sus obras son divertidas y saben atraer su atención.

He disfrutado cinco horas con Morerica, con desayuno incluido, y me ha sabido a poco porque tiene tanto que contar, que hasta los silencios con ella son poesía y relax. 

¿Ser cuentacuentos es una vocación?

Sí, es una vocación y en mi caso además de contarlos los escribo.

 ¿Cómo te iniciaste en este mundo?

Creo historias desde muy jovencita. A mis hijos les contaba cuentos antes de dormir. Interactuábamos.

Si veíamos cualquier objeto era motivo para tejer una historia, pero no los escribía. Es cuando vuelvo de Francia que empiezo a escribir en serio.

Por circunstancias no pude llevarlo a cabo antes.

 

¿Ha influido tu infancia y el entorno familiar en tus cuentos?

Yo entro en el mundo de los cuentos cuando empiezo a leer con siete años aproximadamente.

He sido hija única y una niña frágil porque siempre estaba enferma. Recuerdo que en aquella época pasaba mucho tiempo en la cama con fiebre y como me aburría porque no teníamos televisión, mi único mundo eran los cuentos que mi padre me compraba en la librería de Fernando Navarro y el librero le decía que ya se los había llevado todos. No pude hacer la Primera Comunión con mis amigas debido a que estaba en la cama.

 Al no poder salir a jugar, a correr, lo que hace una niña de esa edad, leía los cuentos una y otra vez, después miraba las imágenes durante mucho rato, entraba en ese mundo de color y de fantasía, y ya formaba parte de mí.

La casa grande, que es donde me crié, también influyó. Para mí era un castillo, tenía una escalera complicada al final de la misma y con escalones cada vez más altos, se llegaba a una pequeña puerta que siempre permanecía cerrada y por la que solo se podía entrar agazapada, y que llevaba a los camarotes. Mis padres me tenían prohibido subir hasta allí y eso me fascinaba, imaginándome mil historias. Siempre buscaba los rincones para leer y estar en mi mundo.

Me encantaba soñar, imaginar, aunque no tuviera aún la capacidad de escribir.

 ¿Cuándo decides publicar?

Surge sin esperarlo. Nunca me lo había planteado, aunque tenía claro que quería ver mis cuentos encuadernados porque los tenía todos juntos en una carpeta y los quería  ndependientes. Fue mi marido el que me dio la sorpresa, cuando un día puso sobre la mesa La brujita Frambuesita encuadernado y cosido a mano, todo realizado por él en pequeños ratos. No daba crédito, pensé que era de imprenta. 

Yo tenía mucha ilusión de ver uno de mis cuentos ilustrados, como veía mis cuentos de  equeña.

En cierta ocasión fui a la librería y hablando con la librera le pregunté por un ilustrador. Ella me pasó el número de teléfono de Vicente Tiburcio.

Lo llamé, le gustó tanto que se entusiasmó y me lo ilustró y mi marido, me dio la sorpresa. Montamos nuestra propia imprenta artesanal en mi casa y encuadernamos unos cuantos cuentos. Prensábamos las hojas, untábamos con cola, en fin, todo a mano y con cariño.

 ¿Cómo surge lo de ir a colegios, bibliotecas…?

Estaba escribiendo El enanito Rojibarbo y una amiga muy cercana me dijo que quería leerlo. Yo me negaba a que nadie leyera mis cuentos por timidez. Al final se lo dejé, lo leyeron sus hijos y les gustó. Su hijo menor me dijo que en el colegio de La Milagrosa iban a organizar un evento y que les habían preguntado si tenían algún familiar para que contara cuentos o historias y se acordó de mí. Les llevé La brujita Frambuesita y a una profesora le pareció muy bueno y me dijo que por qué no iba a la biblioteca. A partir de ahí surgió una cosa detrás de otra. En la biblioteca tuve la ayuda del personal bibliotecario que colaboraron en los decorados, haciendo un burrito de ganchillo, las gallinas, todo monísimo. Y así emprendí esta aventura de cuentacuentos.

 ¿Cuántas obras tienes?

Unas cuarenta, entre cuentos y relatos.

 ¿Cómo surge el título de cada uno?

Con frecuencia tiene que ver con la esencia de la historia. Por ejemplo, el de Plumín, un  pajarillo latoso, lo comencé y ya desde el inicio, “Había una vez un pajarillo latoso”, me vino el título.

 ¿Cómo creas las historias?

Es algo curioso porque, de pronto, siento ganas de escribir, lo necesito. A veces tengo una idea, otras veces algo capta mi atención sin saber que eso se va a transformar en una idea. Creo que es un cúmulo de experiencias, de estímulos. 

Eres una persona que conectas con la naturaleza, hablas con los árboles, con tu tierra. ¿Te inspira de algún modo? Porque te basas mucho en ella, plantas, animales…

Sí, mucho. La naturaleza para mí, es vital. Me gusta que los cuentos tengan musicalidad, ritmo, me gusta leerlos así. Estoy influenciada por Ferrándiz.

Él, los escribía con rima. Conservo sus cuentos troquelados y para mí, son una joyita, sobre todo Mari Pili en biscúter. Me gustaba, porque cuandoera pequeña conectaba mucho con la protagonista.

La última ilustración del cuento me ha acompañado desde que lo leí y releí en mi infancia, y aún hoy con mi edad, miro la ventana de la ilustración y me relaja, me transporta a un lugar donde me encuentro a gusto. Hace unos años mi marido y mis hijos me regalaron por mi cumpleaños esa ilustración en un gran póster que tengo colgado en la pared de mi habitación frente a mi cama. Sabían lo importante que era para mí.

Es Mari Pili que está en la cama, acostada. Por la ventana que hay junto a ella, se ve la naturaleza, el monte, los árboles, y viene un conejito que subido a su pie, le dice: “Puedes estar tranquila.

Ya estoy curado”. Esa niña acostada, con la que me identifico, soy yo soñando y mirando a través de la ventana de mi habitación, que daba al patio donde veía un enorme pino, las nubes pasar y de noche las estrellas y la luna porque vislumbraba un poquito de cielo.

 ¿Qué tipo de historias te gusta relatar?

Fantasía, aventuras, animales, naturaleza, mitos y leyendas, fábulas, porque todas tienen características únicas que las distinguen.

Ahora, en mi canal de Youtube “Morerica Galán”, estoy traduciendo fábulas de La Fontaine del francés al español. Soy fiel al autor en la traducción.

También cuentos y leyendas españolas, centroeuropeas o de otros países, pero más centrada en los franceses. Pongo la traducción, la voz y mis ilustraciones.

 Nos has hablado de tu infancia, pero importante es que en tu juventud se produce un gran cambio en tu vida. Te enamoras del que sigue siendo tu marido y por amor marchas a Francia.

Fue duro. Me fui con alegría, pero con dolor de dejar a mis padres. Nos fuimos a Les Laumes, un pueblo muy pequeño cerca de París y lo pasé regular.

Allí intenté adaptarme lo mejor que pude, tenía mucha dificultad con el idioma. Mi marido decidió no hablarme en español porque si no, no aprendería nunca, y también me ayudó leer recetas de cocina y ver la televisión. El francés al final lo aprendí.

Allí era ama de casa y tuve dos niños. Pensé en ir a la Universidad, pero en estos primeros años, me desenvolvía regular en francés. Estaba centrada en mis hijos. No fue hasta que tenía ya cuarenta años cuando me planteé trabajar o estudiar y decidí ir a la Universidad para convalidar mis estudios.

Los estudiantes tenían veinte años y yo el doble.

Fui a Grenoble. Me levantaba muy temprano porque tenía que hacer muchos trasbordos. Para ser profesora de Lengua española tuve que hacer el último año de licenciatura. Fue durísimo, pero lo saqué y me puse a trabajar. La “Academie” (el Ministerio de Educación francés) me mandaba a colegios e institutos.

 ¿Eres disciplinada a la hora de escribir?

Qué va, para nada, totalmente anárquica. Igual escribo por la mañana que por la tarde, no tengo una determinada hora ni momento. No puedo decirte cuándo voy a escribir a lo largo del día.

Me ha ocurrido que cocinando me ha venido una idea, he apagado el fuego y he decidido: “Hoy va a ser pasta”. Cuando surge la chispa, sale. Mi cabeza está efervescente, y es como si mi lápiz se pegara a la mano y no pudiera despegarlo. No quiero que me hablen porque no puedo alejarme del papel hasta que no haya terminado la historia, al menos todo el corpus. Más tarde corrijo y cambio alguna palabra, aunque casi siempre tal y como sale se queda.

Mira lo que me ocurrió con La Alondra Tolondra.

Mi hijo me recomendó que lo retocara y así lo hice. Se lo pasé a la bibliotecaria, y me dijo que no parecía que lo hubiera escrito yo, que no era mi estilo. Le mandé el primitivo y me dijo que ese sí.

Tengo todos mis cuentos grabados y los escucho de vez en cuando, no por corregir sino porque mi espíritu de niña me pide “¡Cuéntame un cuento!” Y mi espíritu disfruta escuchándolos. No me gusta que aparezcan fotos mías en la contraportada de los cuentos porque cuando los escribo ya no me pertenecen, son del público infantil y por qué no, de los adultos. Es una pasión.

 ¿Cuál es el mensaje central que quieres trasmitir en tus cuentos?

No uno en especial, pueden ser varios mensajes dependiendo de la temática Soy partidaria de que hay que ayudar a los niños a encontrar una moraleja, pero lo que a mí me gustaba de los cuentos de niña es que me distrajeran, me evadieran. Todo cuento tiene que estimular la imaginación y presentar diferentes perspectivas ya sea sobre la vida o el mundo, la empatía, la amistad o incluso la crítica social como por ejemplo el cuento de El Burrito Volador. Pero lo importante es que cuando tú entras en él, también tiene que distraer, es decir que el niño se meta en la historia y de ahí saque la moraleja. En Frambuesita aparecen los valores de no llegar tarde, no mentir, pero a los niños, lo primero que los capta es la historia.

Por ejemplo, en un colegio de Alcantarilla, una profesora me dijo que los alumnos se sabían el cuento de Frambuesita de memoria, aprendiendo vocabulario, y como el cuento tiene ritmo, lo leen al compás y lo memorizan. Primero entran en la historia y después llega la moraleja.

 ¿Cómo haces para llegar al corazón de los niños con tus cuentos?

No sé si habré llegado a todos, aunque en muchas ocasiones siento que sí. He tenido experiencias muy bonitas con ellos, algunos se han abrazado a mí, me han regalado dibujos o me han dicho que les gustaría ser como yo, escribir como yo. Los niños interactúan muchísimo. Son ellos los protagonistas.

Creo que los niños están a un nivel superior a nosotros de conciencia, están más cerca del Ser, no son conscientes, pero están más cerca. Nosotros no tenemos esa conexión porque estamos con la vida, los quehaceres, el trabajo, las prisas para todo. Si consigues extraer la energía del niño, esa pureza, esa inocencia, esa curiosidad, ese interés, esa picardía, es decir ponerte al nivel de ellos, si logras eso, los captas. Tienes que mirarlos a los ojos. Hay que hablarles y contarles de manera cercana. Se trata de amar lo que ellos aman. Cuando estoy con ellos me siento con los míos, en mi ambiente. Eso lo captan porque son muy receptivos.

 ¿Qué reacción buscas en los niños o adultos al relatar un cuento?

Que se sientan felices, que los transporte a otro mundo. Ha habido adultos que me han dicho que ellos mismos se han quedado embobados escuchándome. Busco eso, que el adulto seapasione también, que cualquier público sienta bienestar. Son momentos que llamo de felicidad.

Además, los escribo cortos, que digan lo que tienen que decir y transmitan en esa brevedad.

 ¿Crees que conseguirías hacer colaborar en el cuento a un público exigente?

Sí, ¿acaso el público infantil no es un público exigente? Creo que no hay que tener miedo de afrontar la crítica. Si alguien me dice algo, va a conseguir que yo me plantee qué es lo que no he hecho bien, en qué he fallado. La crítica es siempre constructiva. Cuando amas lo que haces te preocupa y te interesa todo.

Te cuento una anécdota que me ocurrió en la biblioteca. Una vez me criticaron en relación al cuento La Ranita Rosa Perezosa. Todavía no estaba publicado. La ranita es un personaje que da la lata, siempre tiene que ser la primera en todo, dando órdenes y los demás le dicen que los deje tranquilos y que ella es estúpida y tonta.

Los niños soltaron un ¡Ohhh! La maestra paró y decidió que todos se fueran porque no habían ido a escuchar insultos. Yo no estuve de acuerdo, porque pienso que con el cuento nos podemos ayudar para promover el respeto hacia los demás y utilizarlo para criticar ciertas realidades como las “palabrotas” que no está bien decirlas, pero en el cuento se va viendo cómo evoluciona el personaje de la Ranita, cómo cambia y se arrepiente de haber actuado de esa manera, Y es así como los niños y las niñas aprenden a través de la historia que están escuchando.

 ¿Qué sientes al contar un cuento?

Siento felicidad. Porque cada vez que cuento un cuento experimento un montón de emociones que necesito, porque conecto con los niños, con sus emociones y empatizo con ellos. Eso son dosis de adrenalina para mí. Renazco cada vez que narro un cuento.

¿Cuándo disfrutas más al escribir o al contar los cuentos?

Es diferente. Cuando los escribo la satisfacción la voy notando a cada paso y cuando los cuento, es otra felicidad. Soy ganadora por todos lados porque las dos partes me aportan mucho.

 ¿Qué tipo de cuentos crees que necesitan los niños de hoy en día?

Creo que el cuento tradicional como el actual, son importantes para el niño de hoy. Yo prefiero los cuentos tradicionales, porque son cuentos maravillosos. Creo además que las emociones que reflejan sus personajes, son las mismas que podemos encontrar en los cuentos de hoy en día, pero es cierto que el lenguaje y la sociedad han cambiado. Pienso que los niños adoran los cuentos de hoy y los tradicionales. Si les cuentas cualquier cuento, te escuchan con interés, y para ellos llegas a ser alguien especial porque habrás conectado con ellos.

 ¿Es terapéutico este mundo para ti?

Totalmente. En momentos delicados de mi vida es esa ventana que te he comentado antes dibujada por Ferrándiz. Es muy importante la imaginación para salir de situaciones, por eso es importante fomentar desde pequeños esa habilidad para que comprendan el mundo que los rodea.

 ¿Cuál es tu día a día perfecto?

Para mí un día perfecto empieza cuando en La Morerica del Galán, donde resido, me levanto temprano y desayuno tranquilamente en mi porche junto a los algarrobos. Después me gusta andar por la finca, cuidar las plantas, jugar con mis perros y tomar un rato para escribir, leer o escuchar música, en la tranquilidad total. Ese es mi día perfecto.

 Ahora que nombras ese lugar en el que te sientes a gusto y que se llama La Morerica del Galán, ¿tiene algo que ver con tu seudónimo?

Así es, tiene todo que ver. Tenía yo diez años cuando mis padres compraron la tierra. A mí me encantaba, tanto que una vez me escapé del colegio de La Milagrosa, para ir allí. Menos mal que no llegaron a enterarse ni mis padres, ni las monjas. Toda la finca estaba preciosa, llena de almendros. Cuando florecían era una maravilla.

Mi padre se encargaba de cuidarlos, pero con los años me tuve que marchar a Francia y dejé de disfrutar de aquellas tardes.

Él murió a los dos años de mi ausencia y mi madre lo arrancó todo pensando que yo no iba a volver. Cuando nos planteamos regresar a Totana yo estaba tan arraigada a este terreno que no quería vivir en otro lugar.

Yo deseaba ponerle un nombre a la finca. Durante los tres años que vivió mi madre desde mi llegada a Totana, estuvimos barajando varios nombres, pero ninguno encajaba.

Yo daba largos paseos por allí y tengo la costumbre de conectar con la naturaleza y preguntaba a la tierra: “Dime cómo te llamas, yo quiero ponerte un nombre, dime cuál te gusta”. Así durante tres años.

Después del fallecimiento de mi madre, tuve que gestionar el papeleo. Llevé a un administrador de fincas todas las escrituras, incluso las más viejas que estaban en un rollo, atadas. Cuando me llamó para que las recogiera y me anunció el precio, le dije que no pensaba que iba a ser tanto. Me contestó: “Es que La Morerica del Galán es lo más caro”. Pensé que era un dicho español o propio.

A la semana siguiente volví a recoger las escrituras.

Me explicó detalladamente todos los pormenores:

“Esto es la casa de tu madre, esto es tal, esto es cual y esta es La Morerica del Galán”.

Ahí me detuve y le pregunté: “¿Por qué le has dicho a la tierra La Morerica del Galán?” Y me dijo: “¿Cómo quieres que la llame si ese es su nombre?”

Me quedé que no me caí al suelo porque estaba sentada. Empecé a temblar: ¡Tantos años diciéndole a la finca que me dijese su nombre! Le pregunté si estaba seguro. Me señaló una escritura de las más viejas donde aparecía el nombre, La Morerica del Galán.

 Hablé con los vecinos colindantes y nadie sabía el nombre de la finca, en la vida lo oyeron, hasta que una vecina me dijo que vagamente recordaba que cuando su padre regaba nombraba: “Lindamos con La Morerica del Galán”.

Pero tan remoto tenía el recuerdo que no lo podía asegurar.

Seguí investigando el motivo del nombre y contacté con María Dolores, conocida como la señorita Lola, que había escrito dos libros con las toponimias de los lugares y fui a verla. Me regaló uno y me detalló que la morerica del galán es un tipo de morera originario de Asia. Se cultivaba mucho en España para aprovechar la hoja que servía de alimento al gusano de seda y era muy abundante en Murcia. Esa finca aparece en 1761 en el amirallamiento, que era el actual Ibi. Cuando fui a Propiedad intelectual quería registrar los primeros cuentos con el título Cuentos de La Morerica del Galán, pero la señora del Registro me dijo que para publicarlos sería mejor un nombre de persona, por lo que decidí quitarle los artículos y coger el seudónimo de Morerica Galán.

 ¿Prefieres estar con quince personas o sola?

Tampoco tienen que ser quince (risas). Estaría con quince o con tres siempre que fueran personas con las que esté a gusto y me aporten algo, si no, prefiero estar sola. De todas formas, soy de grupos reducidos. 

¿Qué es lo que no estás dispuesta a cambiar?

Mi actitud ante la vida. Soy muy positiva ante un problema. No pasa nada, vamos a solucionarlo y busco el modo. Lo bello de la vida, eso, no lo cambio nunca. Mi manera de verla me ha ayudado a marchar a Francia, a superar retos. No hubiera podido emprender, escribir. Abro mi espíritu y no me agobio ante cualquier problema. También me ha ayudado mucho ser creyente.

 ¿Alguna cosa que no hayas hecho hasta hora y te gustaría hacer?

Muchas cosas, seguro. A pesar de no ser viajera, sí me gustaría visitar Castilla León porque me gusta lo castellano, la tierra, la autenticidad. También conocer Florencia y Roma, por el arte.

 ¿Por último, eres de aferrarte al pasado o del presente?

Soy de presente porque vivo el día a día y me gusta disfrutarlo, pero también tengo proyectos.

Me gustaría seguir escribiendo cuentos y realizar esos proyectos, seguir con el canal de Youtube, vivir en La Morerica con esta dinámica: escribir, publicar y leer