Narcisa Navarro Morales. Docente jubilada que ha sabido canalizar su imaginación y pasión por lo artístico en la pintura, a la que le ha dedicado buena parte de las tres últimas décadas.

Narcisa Navarro Morales. Docente jubilada que ha sabido canalizar su imaginación y pasión por lo artístico en la pintura, a la que le ha dedicado buena parte de las tres últimas décadas.
Narcisa Navarro Morales. Docente jubilada que ha sabido canalizar su imaginación y pasión por lo artístico en la pintura, a la que le ha dedicado buena parte de las tres últimas décadas.
Narcisa Navarro Morales. Docente jubilada que ha sabido canalizar su imaginación y pasión por lo artístico en la pintura, a la que le ha dedicado buena parte de las tres últimas décadas.
Narcisa Navarro Morales. Docente jubilada que ha sabido canalizar su imaginación y pasión por lo artístico en la pintura, a la que le ha dedicado buena parte de las tres últimas décadas.

Narcisa Navarro Morales contempla la vida desde la seguridad y tranquilidad que dan sus 93 años recién cumplidos.

La experiencia y vivencias que atesora las va desgranando en una amena conversación que permite conocer un poco más a esta vecina de Totana, docente de profesión y gran aficionada a la pintura, que precisamente repasó recientemente su trayectoria pictórica en una exposición titulada “Trazos de mi vida”. 

Narcisa Navarro nació en Totana el 12 de febrero de 1932. Algunos de sus primeros recuerdos se remontan a la Guerra Civil.

Cuando tenía 8 años nació su única hermana y como anécdota recuerda que, al sentirse desplazada por la llegada del bebé, hizo una especie de vale para ver si podía venderla.

Su formación la inició primero en una escuela que había en la época en unas cámaras en la calle Tinajerías y posteriormente ya pasó al colegio de La Milagrosa, donde estuvo hasta los 10 años y después ya estudió el Bachilleraro en Lorca.

 Recuerda que ella quería estudiar Medicina pero a su familia no le parecía bien, quizás porque en aquella época no se imaginaban a una mujer como doctora o bien porque tenía que desplazarse a Granada para formarse. 

Narcisa, que había cursado el Bachillerato y se había formado a conciencia, estudió después para presentarse por libre a algunas asignaturas, como Pedagogía, para obtener la titulación de Magisterio.

Con su título ya en el bolsillo, en aquella época no pensó en prepararse unas oposiciones y se dedicaba a trabajar en el negocio familiar, la imprenta que regentaba su padre, Fernando Navarro.

Sin embargo, unos años después, con 25, decidió opositar y aprobó a la primera, siendo su primer destino provisional Alhama de Murcia, para después ser destinada a Aledo.

Para ir allí recuerda que subía en el autobús de línea los lunes y posteriormente a mitad de la semana su padre le enviaba en algún carro que fuera a Aledo la bicicleta y ella bajaba pedaleando los viernes cuando acababan las clases a pasar el fin de semana en Totana, y así semana tras semana.

En Aledo recuerda que pasó unos años muy felices y se marchó con pena por dejar alumnos y compañeros, pero contenta porque su siguiente destino era Totana, donde se incorporó al colegio La Cruz, en el que ya ejerció el resto de su vida laboral como maestra, hasta su jubilación en el año 1992.

De su etapa en el colegio La Cruz guarda muy gratos recuerdos y también de los compañeros con los que tuvo la suerte de coincidir. Por sus clases pasaron cientos de escolares y de hecho, una de las cosas que más le satisface es cuando se encuentra con algún ex alumno que la recuerda. En este sentido señala que recientemente hubo una comida de antiguos alumnos de una de las promociones, que invitó a los profesores de la época, una jornada muy emotiva pues se reencontró con ex pupilos que aún la recordaban.  

Nada más y nada menos que 33 años estuvo en el colegio de La Cruz, donde ocupó todos los cargos, secretaria, tesorera, directora... además de pasar por todos los cursos.

Aunque confiesa que inicialmente no tenía mucha vocación educativa, la descubrió dando catequesis a niños. Y es que desde siempre Narcisa ha estado muy vinculada a la Parroquia de Santiago, tanto como catequista como ayudando en lo que se precisara, como lectora en la misa, visitadora de enfermos...

En el plano personal, Narcisa se casó con Francisco Guerao Bernal y tuvo tres hijos varones, cada uno de los cuales le ha dado dos nietos.

 Cuando se jubiló comenzó adar rienda suelta a su afición por la pintura, pintando en el huerto familiar en verano. Después decidió apuntarse a las clases que daba Antonio Ruiz en su propio domicilio y luego en el Centro Sociocultural La Cárcel con Pedro Cánovas Burgos, Tiburcio… y se incorporó al grupo Contraste, su familia pictórica de la que destaca el buen ambiente que existe y de hecho explica que ellos fueron los organizadores de su reciente exposición.

Sobre su estilo pictórico dice que es variado, tanto en el estilo como en la temática, de ahí que haya pintado desde paisajes a bodegones.

 Ahora comenta que se está centrando más en una técnica monocopia o de pintar en cristal e imprimir en lienzo o cartulina, lo que da resultados sorprendentes, explica.

Aunque estuvo tres años sin pintar por motivos de salud, retomó su afición durante la pandemia, cuando comenzó dos cuadros que acabó hace poco, un paisaje de gran tamaño y otro de unas flores.

Para ella, la pintura es sobre todo una forma de relajarse, ya que puede estar mucho tiempo delante del caballete, sobre todo cuando hace buen tiempo y puede pintar en el patio al aire libre Su abuelo era el famoso fotógrafo totanero Fernando Navarro, cuyo ingente material fotográfico fue rescatado hace años por Narcisa y donado en gran parte, salvo las fotogtrafías y clichés familiares, al Centro Histórico Fotográfico de la Región de Murcia (CEHIFORM). 

El archivo regional se encarga de custodiar gracias a la generosidad de Narcisa un legado fotográfico que ha permitido conocer y documentar la vida y costumbres de la época, captados por el objetivo de su abuelo, que abandonó el oficio de fotógrafo en 1916 para dedicarse a la imprenta que estaba situada en la calle San Cristóbal. 

Precisamente en la imprenta recuerda pasar de pequeña y joven muchos ratos, ayudando, entre otras cosas, a hacer las puntillas de papel que adornaban las cajas de fruta de los almacenes.

Totanera de pies a cabeza, reconoce que la zona de Los Huertos de Totana le parece excepcional y también el camino a La Santa, que tantas veces cuando era joven realizó con amigos o familia.

De las fiestas de antaño recuerda las casetas en la plaza o la tradición de estrenar ropa el día de la bajada de Santa Eulalia. En la Semana Santa sin embargo reconoce que se ha implicado menos y se sorprende ahora de la alta participación y sobre todo de la amplia presencia de las mujeres en esta celebración. En este sentido, recuerda que la última vez que ella se vistió con la túnica de nazareno tenía 9 años porque a partir de entonces su madre consideraba que ya era mayor para hacerlo.

Entre sus aficiones a lo largo de su vida reconoce que le ha gustado mucho viajar y ha estado en toda España pero también en República Checa, Austria, Italia, Francia…

Sí le queda la espinita de no haber realizado el Camino de Santiago, una experiencia que le hubiera gustado poder hacer.

Entre los reconocimientos recibidos, especial ilusión le hizo la nominación de una calle del casco urbano de Totana con su nombre.

Ahora, a sus 93 años, aspira a poder seguir disfrutando de su familia, de la lectura, ya que se confiesa una lectora empedernida, y cómo no, de la pintura.